sábado, 13 de agosto de 2011

Las Penurias y Tabues de Juanita


CAPITULO I
Incrustada en la viga de aquel cuarto, se encontraba su peor pesadilla.
El ulular de la sirena, se confundía con los truenos de esa noche, anunciando el raudal, un mal presagio para los habitantes de la comunidad.
En la pequeña habitación, el aire que se respiraba se sentía pesado, el ambiente era Lúgubre y emanaba tristeza, angustia, dolor y muerte, la partera, una señora de edad
Avanzada decía,
-Empuja,
-haz fuerza muchacha, y con sus manos trémulas, le sobaba la barriga, de vez en cuando, le limpiaba el sudor de la frente, de aquella mujer, en su lucha para dar a luz, ¡gemía¡ y a la vez pedía perdón por el error que cometió ese fatídico día, al tomar el bus demasiado tarde.
El pecado, como ella lo llamaba, lo estaba pagando con creces, ese dolor era tan intenso, que temía que las entrañas se le desgarraran, que su corazón ya no le respondiera, pero en el fondo, no le importaba lo que pudiera ocurrir, principalmente a ella.
El estigma que la marco nueve meses atrás la mortificaba, pidiéndole al creador, se apiadara de su alma, y la de la criatura que tenía en su vientre.
En aquella habitación solamente se encontraban, la matrona y ella, pero con sus pensamientos trajo a su progenitora, para que la acompañara en su agonía.
De pronto se miro en el hogar, donde se había criado, su niñez y adolescencia fue bonita, aunque tuvieron dificultades y pobrezas, no le afecto, se crío como toda una niña normal.
Es más, esas carencias le habían formado el carácter y si bien era cierto que era sumisa, lo aceptaba con orgullo y resignación. Amaba a su madre, y se sentía orgullosa de ella porque con esfuerzo y sacrificio, los había criado a sus cinco hermanos, y también a ella.
Recordó que cuando murió su abuelito, dos días antes, había aparecido una mariposa grande y de color negro, la sacaban a escobazos y el animal siempre se metía a la casa, entonces el abuelo les dijo,
-Déjenla, es por mí que viene, pero no le temo a la muerte, al contrario, ya son ochenta y siete años, creo que hasta mucho he durado, cosa increíble, ella jamás había escuchado a una persona aceptar la muerte con resignación, solamente a su abuelo, que gran hombre y de mucha sabiduría, habían muchos ancianos viviendo en el mismo mesón, allí parecía un asilo, y casi todos tenían achaques o enfermedades terminales, pero ninguno se quería morir, estaban tan aferrados a la vida que ya tenían aburridos a los de la unidad de salud, solamente el abuelo fue diferente, no se quejaba y aceptaba con resignación su destino, lo único que lo mortificaba, era morir en San Salvador, él añoraba su querido pueblo, y su último deseo era que al fallecer, lo llevaran a enterrar al lugar que lo vio nacer.
Dos días fue el padecer del abuelo y falleció, y esos dos días, la mariposa estuvo en el techo de la casa, le cumplieron el deseo y lo llevaron a enterrar a su terruño.
Las Penurias y Tabúes de Juanita

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